El insomnio se aferra a mí. Se prende de mis ojos, danza con fervor y cuando esto parece no funcionarle, me susurra al oído letras… palabras… historias que nacen como un ligero viento, dispuestas a convertirse en huracán. Entonces el insomnio inyecta en mi mano un rabo de energía y hace que las letras fluyan y se extiendan en ese cielo oscuro carente de estrellas.

martes, 5 de septiembre de 2023

Sola

Cuando nació

se sintió sola,

parida en una cama fría,

con una madre que no resistió,

lloró, lloró y nadie acudió;

sus ojos se secaron y la garganta se cerró,

la encontró la vecina cuando el Sol salió.

Batida de sangre, 

con el cordón atado al cuerpo muerto de su madre.

Un cuchillo la separó,

el llanto volvió

y la cálida leche de biberón usado

                        la alimentó.

“No sabía que estaba preñada”,

dijo una mujer  y otra respondió.

“Hubiera muerto con ella: ¿qué le vamos a hacer?”.

Pensaron tirarla,

dejarla cerca de la carretera

donde  alguien se compadeciera,

más la noche fue lluviosa

y el remordimiento no las dejaba.

La cuidaron

la alimentaron  con leche de vaca

que una de ellas conseguía

por tumbarse en la cama

y dejar que el hombre maloliente con su cuerpo jugara.

 

Pasaron los días

y se unió a los críos de las mariposas

que en las noches se desnudaban.

 

Y el cuerpo de su madre

se deshizo en una zanja.

 

Creció con ellos, mas la soledad anidó en su alma,

nunca fue a la escuela

vistió remendados y calzó lo que otros le daban,

en el día hacía aseo, planchaba y lavaba,

por la noche se ocultaba bajo la cama

temerosa de que algún hombre le hiciera lo que a la Juana.

 

Creció:

cabello oscuro, ojos negros y piernas delgadas,

labios carnosos, rostro bello, sonrisa de niña

y la soledad tras ella refugiada.

 

Fue llevada a una esquina,

aún los quince no la alcanzaban,

falda  corta, sueños rotos

            y en los ojos el miedo se reflejaba.

Un auto se detiene, el vidrio baja,

un hombre sonríe, ella se aleja

y una mujer la empuja… el auto se la traga.

Un hotel cercano, una habitación fría,

el hombre se desnuda y a ella la arroja en la cama.

La oprime, la voltea, la sienta

le dice todo lo que le haga,

ella tiembla

se siente sola… sola y ya sin alma.

 

La noche acaba

y han sido siete los que han pasado por esa cama.

En el día hace aseo,  trabaja con desgana,

en la  noche se viste para ser una dama,

ya no tiembla

ya no teme a los hombres que le pagan,

cumple sus deseos y escucha sus sucias palabras,

se viste y vuelve a su esquina  a fumar los años que le faltan,

ya no llora

 tampoco ríe,

 y con las mujeres de otras cosas habla,

aprende posiciones, la adoctrinan en temas del alma,

mas ella piensa el alma no existe

es algo que los ricos pueden comprar cada mañana

y en la noche antes de verla a ella

la protegen muy bien es su casa,

la arropan, la perfuman y a su mujer encargan,

mujer que cuida a los niños y la casa

y no debe retozar, como ellos quieren, en una cama.

 

La soledad la  acompaña cada noche

y en el hotel junto a la ventana aguarda,

la ve fingir  e imaginar una vida falsa,

un hombre pasa, otro más,

y un joven, obligado por su padre, a amar a mujer barata,

él dice podría amarla

ella no cree en nada,

cada semana regresa y unos fierros más le paga,

pasa el tiempo

            y él pegado a su cama,

promete un futuro

            una vida lejos

                                    y una casa,

pero un día cualquiera

ella lo ve abrazando a mujer delgada:

ropa fina

manos delicadas,

anillos en los dedos y sonrisa en la cara,

la soledad la abraza y en una caja le entrega su alma,

se ve de niña en la cama

el llanto, el hambre  riendo a carcajadas,

se encamina a su estancia,

 

en una viga  hace dos amarras:

en una ella

y en otra su alma.

 

Desigual

La vida es cruel  y el destino la preñó,

en la noche parió al pobre

sobre el polvo y  el hambre,

y en el día parió al rico

encima de la cama y la comida le dio,

 

el niño pobre,

flaco, desolado y hambriento,

creció y en la fábrica los años dejó,

en la calle el sol la piel se tragó,

y en la esquina los sueños se llevó,

donde fuera el trabajo siempre lo golpeó,

 

el niño rico

abundante, alegre y satisfecho,

creció en oficina, bares y vacaciones,

estudió con santos en escuela no pagana

desayunaba en la mañana,

comía en la tarde

y en la noche alimentos ricos merendaba,

 

el niño pobre

veía al rico divertirse cualquier semana:

“Algún día, algún día”,  se decía

 “Yo seré como esa alma”,

pero su madre la vida le daba jalones y gritaba:

“Tú siempre serás pobre y no tendrás nada.

Servirás a tu hermano, mientras él despreocupado avanza”.

 

El pobre  veía al rico reír y disfrutar

y el rico jamás vio al pobre llorar y trabajar.

 

Vaya madre que es la vida

capaz de parir a dos tan desigual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Algunos buscan las lágrimas


 

Algunos buscan las lágrimas

como el asno a los golpes

el terco a los regaños

el parásito a la materia descompuesta

el idiota a la mentira.

 

Algunos buscan las lágrimas

cuando sus ojos permanecen secos,

sus labios sonríen

            y sus manos plenas resguardan la vida,

cuando no hay gritos sólo risas,

cuando hay paz buscan  la guerra,

cuando el mar está calmo dispuesto a dejar nadar,

cuando han encontrado por fin la felicidad.

 

Algunos buscan las lágrimas,

para no perder la costumbre de la mala vida

del pasado rasguñando y matando el presente,

de los senderos equivocados,

de las cañadas ocultas,

de lo efímero

            de lo irreal.

 

Algunos buscan las lágrimas

 aunque sus ojos estén acostumbrados a la dicha,

            aunque sus manos no estén solas

            y sus pasos siempre vayan acompañados.

 

Algunos buscan las lágrimas,

            aunque, por fin, tengan el amor entre sus manos.